Sucedió que un ciego fue a visitar a un amigo y, como se hizo tarde, éste le ofreció un farol para que regresara a su casa.

Eso hizo reír al ciego.
«Para mí es lo mismo el día que la noche», le dijo. «¿Qué voy a hacer yo con un farol?»

Su amigo le replicó:
«Es verdad que no necesitas ver el camino hacia tu casa.
Pero el farol puede servirte para disuadir a alguien que quisiera atracarte en la oscuridad.»

De modo que el ciego tomó el farol y salió.
Al poco rato, alguien tropezó con él, haciéndole perder el equilibrio.

«¡Eh!, ¿por qué no va con más cuidado, amigo?», gritó el ciego. «¿Es que no ha visto el farol?»

«Hermano», le dijo el otro, «su farol está apagado.»

- Es más seguro andar con la propia oscuridad que con la luz de otro -